¿Te has fijado que cuando realizas tareas cotidianas de forma automática, como ejercicio físico, trabajos repetitivos o cuando te despistas, la mente te traslada al pasado o al futuro? Puede ser que te lleve encuentro que tuviste esta mañana y que te dejó un mal sabor de boca o bien a la reunión que tienes la semana que viene con tu nuevo jefe…
Pues bien, estando en este vaivén de viajes en el tiempo, te estás perdiendo el mejor de tus momentos: tu propio presente.
Tu mente te dirige por inercia a diversos espacios temporales a lo largo del día. Y lo más impactante de esta situación tan cotidiana es que tu espacio lo pone de manifiesto.
¿Cómo puedes darte cuenta fácilmente?
- Vivir en el pasado supone estar asociado a expresiones como “tendría que haber hecho esto”, “debería haber actuado de esta otra manera”, ”ay, si hubiera o hubiese…” Como dice mi abuela, “el españolito piensa bien pero tarde” y esto nos lleva a que generemos nostalgia, negación, tristeza, sentimiento de culpa, apego.
En la casa se expresa con la existencia de recuerdos acumulados, resistencia a los cambios, apego a las cosas materiales. Es como un gran museo clásico, un edificio robusto, de estructura de piedra. Un edificio diseñado para perdurar en el tiempo, sólido e inamovible. Su interior está lleno de objetos adosados emocionalmente.
- En cambio, vivir en el futuro, supone hacer las cosas pensando en un estado imaginario al cabo del tiempo, es anclarse al “por si acaso”, que puede llevar al exceso. Exceso de trabajo, estrés, ansiedad, problemas de respiración, tensión o corazón.
Estas casas reflejan también una acumulación por temor a la pérdida futura por encontrarse en una situación peor a la actual. Pero también refleja casas inacabadas, sin esencia propia, “ya lo haré cuando esté en mejor situación”, “trabajaré por mi cuenta cuando tenga una casa más grande”. Es una arquitectura efímera, como un castillo en el aire, con todos sus detalles difusos y sin base firme. Es como el burro que va detrás de la zanahoria, parece que llega pero nunca la alcanza.
Lo que muestran estas circunstancias es la ausencia de presente, de vivir el momento, cada instante, activar la mente consciente. Estas situaciones, asociadas al orden mental, son muy esclarecedoras. Puedes saber más haciendo click aquí.
¿Cómo salir de este círculo vicioso?
Muchas veces, las buenas oportunidades presentes o futuras no pueden manifestarse por el uso inadecuado que se da a una determinada estancia que dificulta el aprovechamiento de esa buena influencia.
A través de la observación y de herramientas como feng shui es posible detectar esos momentos pasados, presentes y futuros en la vivienda y saber en qué situación se encuentran sus ocupantes. Un buen análisis de feng shui nos ayuda a poner de manifiesto qué nos impide avanzar, nos enseña nuestras limitaciones personales desde nuestro interior. Es decir, nuestras resistencias internas, pasado o futuro.
Con este conocimiento resulta más atractivo y seguro tomar una determinada acción y alcanzar un presente pleno.
Activando la mente consciente, es decir, siendo conscientes de cada segundo, de cada actividad que haces a lo largo del día, tienes la suficiente ventaja como para actuar en consecuencia y meterte en tu propio proceso. Autoconocerte.
¿Y cómo ser más consciente del presente en tu vida cotidiana?
Una práctica estupenda puede ser cuando cocinas. En lugar de preparar los alimentos pensando en que no llegas a recoger a los niños, que no has acabado el trabajo pendiente, o dónde vas a irte de fin de semana. ¡Se consciente! Siente cómo cruje la cebolla cuando la cortas, el olor que desprende el pimiento al introducirlo en la sartén, cómo va cogiendo cuerpo el guiso poco a poco.
De esta manera, en una acción completamente cotidiana y tanto si te gusta, como si no, vas viendo la grandeza que existe en los pequeños detalles, te sumerges en tu momento presente, siendo consciente de cada segundo.
TÚ DIRIGES TU MENTE.
Así que mi consejo es que vivas el presente y vívelo con amor y consciencia en cada cosa que hagas. Métete en el proceso de cada actividad y enfócate en lo todo bueno que posee. Sí, lo hay, aunque ahora no lo veas. Aunque te parezca extraño, esta es la semilla de tu futuro. Sin darte cuenta, vas introduciendo datos que construyen una vida mucho más satisfactoria.
Conforme cambias por dentro, cambia todo por fuera. Así, cuando tu casa te muestra la oportunidad de generar éxito en tu vida o en tu trabajo, estarás en disposición de poder aprovechar esta influencia. Serás más flexible, estarás abierto a tomar nuevas acciones y, si antes no podías sustituir el uso de una estancia de tu casa o mudarte a otro lugar, la vida te pondrá delante el cambio.
Recuerda, este cambio eres tú mismo.
Con todo esto y teniendo en cuenta que es posible tener hasta sesenta mil pensamientos en un día y que cada pensamiento te lleva a momentos pasados o futuros, pregúntate: ¿qué tiempo te queda para disfrutar de tu presente?
Cuéntame en los comentarios que está reflejando tu casa y, si estás dispuesto a tomar acción, estaré encantada de leerte.
¡Qué interesante Esther!
Enhorabuena por este artículo. Nunca se me había ocurrido pensar en cómo nuestros pensamientos pueden influir en la estado o reflejo de tu casa. Pero es cierto.
Una casa ordenada, sin objetos que no sirven para nada, transmite paz y en parte tiene todo el sentido del mundo de que sea porque conecta con el presente. Y esa para mí es la clave para una casa confortable y armónica.
Eso es Elena!!!
Muchas gracias por tu comentario. 😉