Creemos que la primera aproximación que establecemos con un lugar la realizamos a través de los sentidos. Sin embargo, la importancia del contexto en el que se ubica tu casa o tu trabajo radica en la información que posee. Esta información, al igual que tú, es energía, frecuencia y vibración (en palabras de Tesla) y sintoniza contigo según tu nivel de energía, frecuencia y vibración.
Como comentamos en el artículo anterior – El aprendizaje espiritual de tu vivienda-, apenas percibimos un 5% de lo que nos rodea. La conexión que te ofrece ese primer lugar forma parte de una red más amplia, formada por el conjunto de personas que estuvieron, están y estarán en ese lugar: la colectividad.
El ser humano está en constante interacción, consigo mismo y con su entorno. Somos seres sociales y necesitamos los unos de los otros para sobrevivir. Las interacciones personales son las que nos hacen aprender, crecer y evolucionar. La presencia de personas a nuestro alrededor nos introduce dentro de un subconsciente a gran escala.
Así pues, el barrio, distrito o entorno en el que vives define el primer canal de energía y vibración que va a interactuar contigo a lo largo del tiempo.
LA RED
Todos estamos conectados, formamos parte de una red invisible en la que se vuelcan todas las experiencias de las que somos partícipes. Dentro de esa red se produce la evolución del subconsciente colectivo, donde cuando uno busca otro encuentra, cuando uno quiere aprender otro ofrece las herramientas, cuando uno sana otro también lo hace.
Pero cuidado, porque también se da el otro lado de la moneda. El ser humano, por naturaleza, tiene una inclinación hacia lo negativo y a ver los problemas antes que las soluciones y se deja llevar. Así, cuando uno tiene miedo, lo aporta a la red, cuando uno manipula, otro se deja manipular o cuando uno vibra bajo, el resto también lo sufre.
¿Ves la importancia de la colectividad?
Somos dependientes y vulnerables. Nos dejamos contaminar por la presión del entorno. Ya lo decía Nietzsche, el ser humano se divide en los que persiguen sus deseos y en los que persiguen los deseos de los demás. Pero más que los deseos, tenemos que prestar atención a nuestro ser, aprendiendo a vivir en él.
Vivir en el ser es lo que nos da la felicidad. La felicidad está unida al ser más allá del bienestar, que está ligado al tener.
Mario Alonso Puig, nos dice que no sabemos vivir si no somos lo que estamos llamados a ser. Cuando una persona es más compasiva, más valiente, más empática o más generosa vive desde el gozo del corazón, no desde el gozo de los sentidos. Tenemos que aprender a vivir lo que estamos llamados a ser. Cuanto más vivimos en el ser más humanos nos hacemos. De esta manera nos importará más crecer, mejorar, evolucionar, despertar y contribuir.
En cambio, cuando nos dejamos arrastrar por la masa crítica, sin prestar atención a nuestro ser, nos sometemos a la voluntad de lo externo a nosotros. Solo cuando nos embaucamos en lo que está alineado con nuestro ser, salimos disparados en el camino de la evolución personal. Y si además, está alineado con el interés de otra colectividad, el resultado puede ser espectacular.
EL LUGAR
Los lugares que elegimos ya están predefinidos, poseen un nivel de vibración dado, una información vinculada con nuestra información. Al elegir un lugar para vivir entramos en una nueva red y, de nosotros depende, seguir el curso de este patrón o cambiarlo.
La naturaleza tiene todos los patrones intrínsecos en ella.
Esto es fácil reconocerlo a simple vista. Necesitamos observar. Los barrios o distritos están definidos por el nivel social, cultural o económico. Pero si te fijas, estos son condicionantes del “tener” no del ser. Las personas no son lo que tienen sino lo que son.
Más allá del tener, está el SER. Por tanto, ¿qué tienen en común estos lugares que los hacen distintos unos a otros?
Las creencias, la educación y el nivel de consciencia de sus personas. Esto es medible y cuantificable. Hoy día puedes obtener esta información analizando las características del entorno físico y ser consciente de las fortalezas y debilidades del lugar, circunstancias que promoverán tu experiencia de vida en cada ámbito.
Por ejemplo, un entorno aparentemente hostil para la consecución de logros profesionales, puede esconder oportunidades a nivel personal para hacerte evolucionar y prepararte para el futuro emprendimiento.
Hay un lugar para cada persona. Pero tú decides si te amoldas al lugar, si crees que su información te define o bien te embarcas en el reto de la transformación.
Lo más sorprendente es que los patrones definidos pueden cambiar de polaridad con actuaciones a pequeña escala. Porque evidentemente dentro de lo general, está la individualidad. El entorno es complicado cambiarlo, como lo es modificar el nivel de pensamiento de una colectividad. De ahí la importancia de la labor particular, de tu trabajo interior y de tu proactividad.
Haciendo modificaciones certeras en un emplazamiento, en función de la finalidad a conseguir, nos acercamos al extremo al que queremos llegar. Esto es posible rectificando la dirección de entrada al lugar, cambiando la orientación de la verja de acceso a la propiedad, replanteando las edificaciones anexas o incluso la vegetación de tu parcela, comienzas una labor de transformación a tu favor.
Este trabajo es para ti mismo, pero también lo es para el resto de la red. Cuando tú estás bien, ese estado se traslada al resto de la malla. Todos somos uno.
Muchas gracias Esther! Me ha gustado mucho la manera de abordar y de explicar estos temas.
Gracias a ti, Myriam.
Me ha encantado este artículo. Es muy interesante. Enhorabuena Esther.
Muchas gracias Carmen.
Un saludo.